Existen diferentes tipos de saberes de los
enseñantes, están los de sentido común, que son aquellos que simplemente se
basan en suposiciones u opiniones, el saber popular, que se emplea cuando
existen distracciones en el aula, para este existen destrezas para retomar el
orden con los alumnos, y el contextual, que es el saber previo que tenemos de
determinadas cosas.
Algunos tipos de saberes se obtienen con la
práctica de la vida diaria, y otros
alzan la testa hacia las nubes con la palabrería, el primero debe
someterse a un análisis y al segundo al realismo y la concreción a fin de
comprender sus implicaciones.
Ciertos hábitos mentales nos dificultan el tratar
como problemáticos lo teórico y lo práctico, es fácil pensar que la teoría es
un cuerpo organizado de saberes y lo práctico lo damos por sentado y obvio o
inevitable. Para romper estos hábitos hay que restituir el elemento
problemático en ambos.
El saber se define a veces como la creencia en lo
justificadamente cierto, pero, no todos los saberes de un profesor están de
acuerdo con esa definición, ya que puede tratarse de cosas ciertas aunque no
sean justificadas, o en las que nadie crea sinceramente. Para que alguien nos
convenza de que sabe, es preciso que veamos como sus ideas sobreviven a un
examen critico, que puedan ser justificados aplicada a los saberes del
enseñante esto puede ser una prueba severa.
¿Cómo considerar los diferentes tipos de saber que
los docentes poseen y utilizan? Considerémoslo problemáticos, hay que usar una
acción planificadora que ponga a prueba
una acción estratégica. El saber de los enseñantes proporciona un punto de
partida para la reflexión crítica. No puede optar por usar solamente la teoría,
ni tomar como definitiva la práctica y esto no ocurre porque el saber del
profesor sea menos exigente que el de los otros, si no porque los actos
educativos son actos sociales y por tanto reflexivos, históricamente
localizados y sumergidos en contextos intelectuales y sociales concretos.
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